Sadelas
Sociedad Amigos de la Salud *
Necesitamos las necesidades
Nos hemos acostumbrado a definir la Ciencia de la Economía Política como aquella ocupada en los procesos tecnomonetarios destinados a la cobertura de las necesidades básicas y vitales de la humanidad, no satisfactibles de manera silvestre.
Médicos y Psicólogos recomiendan una dosis mínima de estrés para que nuestro organismo se anime al trabajo, al ejercicio corporal, y cuando este se emplea en la hechura de bienes para la satisfacción de calzado, vestido, alimento, divertimento, etc, que sólo se logra mediante el trabajo personal y grupal de los hombres intercambistas, entonces sí podemos decir que se realiza funciones económicas, por el simple destino o resultado de sus acciones, pero no por un plan preconcebido ni planificable ni deliberadamente diseñado por grupo de poder alguno, ni mucho menos como objetivo de ciencia alguna.
De suyo podemos redefinir ir la Ciencia Económica como aquella que nos ayude a la eliminación de las clases sociales, a la determinación de las causas del malestar económico, de la permanente penuria colectiva , pero de ninguna manera podemos seguir afirmando que su objetivo sea la ventilación de los procesos económicos fabricantes de bienes para uso del hombre. En esta última definición de halla una de las más grandes mentiras diseñadas y vendidas por el propio grupo de poder, que ha hecho de esta Ciencia una vulgar ciencia para justificar la explotación de los trabajadores o la vida parasitaria de unos pocos y la desgracia de las mayorías que terminan viendo y sintiendo el trabajo como una carga impuesta por sus necesidades, siendo que estas forman parte intrínseca de la vida misma.
Ocurre que cuando nos acostumbramos a la vida fácil, cuando contamos con proveedores gratuitos de todos los bienes que necesitamos para vivir y pasarla bien, por lo general tendemos a perder el encanto a la vida. Sólo cuando trabajemos en paz podremos dedicarnos a trabajos *extras*: como observar y apreciar la naturaleza, apreciar a nuestros semejantes, estudiarlos y hasta quererlos.
De eso debe ocuparse la Ciencia de la Economía Política, de lograr que los hombres se desentiendan del trabajo como una carga, y que psicológicamente consideren como su gran preocupación y mejor trabajo dar buen trato a la sociedad en que les toque desarrollarse, vivir en mancomunidad de paz y alegría. Sólo cuando sintamos el peso de la cobertura de cualquier necesidad, cuando apreciemos el valor de las cosas y las midamos por el grado de satisfacción que nos dé el trabajo que involucra la hechura de los bienes, sólo entonces la vida laboral cobrará interés, y esto es lo que explica cómo puede írsenos la vida laborando durante décadas con el mismo interés del primer día; de suyo un interés que puede estar acompañado de una permanente insatisfacción y desasosiego, o puede, por el contrario, proporcionarnos el mejor bien que puede producir el hombre:
Los divertimentos convencionales que hasta ahora ha diseñado el hombre, como beber hasta emborracharse, jugar durante horas, pasear por lugares exóticos sin conocerlos, toda esa gama de diversiones alternativas han surgido porque el hombre clasita ha desaprovechado la mejor de los diversiones, esa que logramos cuando trabajamos por vocación, con amor y dedicación ante una necesidad que sentimos, y que sólo satisfacemos cuando trabajamos para su constante renovación.
Quien no ame al trabajo, quien todavía no vea en este una fuente de satisfacción en sí mismo es porque sigue atado a la relación de explotación que actualmente conocemos como burguesa.
La Economía debe alumbrarnos el camino, pero no para conseguir máximas ganancias con mínimo esfuerzo, sino hallar necesidades y estímulos para trabajar sin más interés que el trabajo mismo, y para que los bienes fabricados resulten una consecuencia colateral, y no el objetivo principal de la actividad más interesante que podamos ejercer: trabajar para todos nosotros y no para el disfrute de pocos.
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* Sociedad, en su sentido holístico, porque cada ser humano la representa. Sólo por desviaciones del pensamiento aún no enderezadas, tendemos a salirnos de ella, como si la primera estuviera allá, y el segundo, acá.
Manuel C. Martínez C.
265_06/02/2007