SADELAS
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Armonía,
correspondencia y simetría
(La función decide la estética)
En lenguaje dialéctico, habríamos escrito: La
materia deriva en pensamientos.
Tales tres
condiciones, casi pares entre sí, son observables a menudo en muchos y
variadísimos fenómenos cotidianos, y muy especialmente en utensilios, muebles e
inmuebles que nos son tan familiares. Así, tenemos las aspilleras o atalayas propias de los fortines y torres medievales. En estos
espacios solía colocarse las fogosas armas de guerra, de tal manera que los
soldados podían disparar y estar escudados al mismo tiempo. El caso es que esa configuración que
tan simétricamente observamos con sus ventanas alternadas, justo en los bordes
de los capiteles, fueron hechos necesaria y funcionalmente onduladatorios,
y han terminado encantándonos con su arquitectónica belleza.
Tenemos la
presentación de hojas de variado tamaño en las frondas de árboles en general. El
fenómeno no responde a programa genético puntual para cada hoja, sino que en su
aparición y crecimiento algunas hojas embrionarias se hallan sombreadas por las
hojas que les precedieron en su aparición, y sólo reciben plena y directa
energía solar las más dístales al pedúnculo correspondiente, las cuales resultan
mayores que las sombreadas. En adición. Las hojas de menor superficie se hallan
más cerca del tallo lo que permite el crecimiento del nuevo racimo de hojas. Una
prueba más de cómo la energía solar determina el crecimiento vegetativo.
Tenemos así a los
encantadores y bellos músculos
femorales, particularmente los suaves, curvilíneos y delineados muslos
femeninos. Si estos órganos de locomoción adoptaran otra configuración
geométrica que no fuera la cónica regular, sino, digamos por caso, la
cilíndrica, entonces, de locomotrices, tales extremidades pasarían a ser frenos
para la caminata. Si
no, pregúntenselo a quienes sufren de obesidad exagerada o a los pacientes de podálisis connatural.
Cuando vemos un piano de cola, no podemos menos que
darnos cuenta de su forzosa triangularidad. Esta le viene impuesta por la
funcional disposición de sus cuerdas, desde la más gruesa y larga hasta la
más corta y delgada, que garantizan armoniosa, correspondiente y
simétricamente la tonalidad in crescendo que se desenvuelve de graves a agudos.
Cuando los
citadinos y <<civilizados>> usamos las hamacas o chinchorros para acostarnos y dormir, apreciamos que se
trata de unas redes donde sólo podemos estar cómodos cuando adecuemos nuestras
prendas de vestir a las ya obsoletas vestimentas de los primitivos indígenas
que pioneramente las diseñaron. Efectivamente, resulta incomotísimo tener que
estar desenrollándonos la camisa o reacomodarnos los pantalones o pijamas al
menor de los movimientos que armonicen nuestra anatomía a la cóncava y elíptica
forma que las caracteriza.
Los guajiros, por ejemplo, con sus guayucos, tipo <<hilo
dental>>, se desenvuelven divinamente allí, en su antiquísimas
y prístinas camas, por muchísimos que sean sus movimientos se subir y
bajar.
Cuando arrojamos
una piedra en un estanque de aguas en reposo solemos observar la formación de ondas simétricas y concéntricas que se forman alrededor del sitio donde dicha piedra haya caído. Vale la pena
precisar si esas
ondas responden a la forma geométrica original del objeto lanzado: si se trata
de un cubo, pensamos que deberían formarse cuadrados paralelos, y si se trata
de una forma triangular, de esta deberían ser también las ondas en cuestión.
La formación de arena y arenillas en las playas es bien
conocida. Inferimos que tal formación arenosa responde al juego de fuerzas de
impulsión y repulsión de las olas marinas y de las corrientes fluviales. En razón del volumen de los
cuerpos rocosos arrastrados, estos son lanzados por el agua misma fuera del cauce del río a su paso , y estos cuerpos irán cayendo unos más lejos, y otros
más cerca desde donde serían devueltos por el agua que gravitacionalmente
regresa al cauce, y tiende a recuperarlos, aunque ya no volverán a su sitio de
partida porque la fuerza de retorno es menor que la del impulso que los va
colocando en las riberas del río. Digamos que la fuerza regresiva de las olas
marinas va devolviendo hacia el mar aquellas piedrecillas que cedan a su
impulso y en función de su peso y correspondiente volumen, de tal manera que
los cuerpos menores logran ser menos afectos de la fuerza de retorno y van
estancándose en las orillas de las playas correspondientes.
Tales son una muestra, a manera de
avance, de cómo la funcionalidad
precede la belleza, cómo los medios se adecuan a los fines y de
cómo nuestro poder creativo debe ajustarse a los medios disponibles para
la hechura de las obras que emprendamos. Maquiavelo
no deja de venir a nuestras mentes.
Manuel
C. Martínez M.
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